Una manipulación divorcista inaceptable
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Sebastián
Burr Cerda
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Más de diez años demoró la discusión de la
ley de divorcio en Chile. Los argumentos de la izquierda para conseguir
su promulgación fueron que había que corregir su espíritu
fraudulento y legalizar miles de situaciones irregulares. Es decir, evitar
que ciertas parejas para anular su matrimonio civil, tuvieran que apelar
al engaño usando testigos falsos arguyendo una mala inscripción
civil. No obstante que esas mismas personas pudieron anular sus matrimonios
acogiéndose al derecho canónigo de la Iglesia Católica;
es decir pedir su anulación por un vicio de origen, o porque la
unión conyugal, espiritualmente nunca se constituyó. Amparo
eclesiástico, cuyo respaldo moral es infinitamente superior al
respaldo legal. No olvidemos que la institución familia y matrimonio
es anterior a la constitución de los estados y de la prevalencia
del derecho positivo. Claro está, que eso no regía para
aquellos que no se habían casado por el rito cristiano, que son
los menos.
Otro argumento era que la nueva ley de divorcio, resolvería situaciones
de separación de hecho y matrimonios vueltos a casar por muchísimos
años y cuya nueva situación civil, filial y patrimonial
no estaba amparada por ninguna ley.
Los argumentos en contra, fueron que el matrimonio era un bien social
tanto como un bien particular. Que no había para que abrir las
puertas al divorcio masivo para resolver una cantidad menor de situaciones
por dramáticas que fueran. Sobretodo pensando que la institución
matrimonio apunta a consolidar afectivamente a la familia dentro de un
contexto de amor de pareja, y ésta a su vez aglutina y equilibra
la sociedad.
En otras palabras se iba a legislar para resolver situaciones de una cantidad
menor de casos en problemas, pero se abría la posibilidad de que
la ley fuese utilizada irresponsablemente por muchos otros dejando en
el abandono a cónyuges y familia. Lo que de algún modo hacia
caer también el principio de igualdad ante la ley. Y que lo que
verdaderamente perseguía la izquierda con dicha ley, era minar
las bases de la estructura valórica de nuestra convivencia nacional.
Con un propósito de poner una cuña a favor del socialismo
y su “modelo” “pluralista” de sociedad.
Lo curioso de ésta historia, y que vendría a confirmar la
intención sociopolítica que adujeron los opositores a la
promulgación de dicha ley, es que después de un año
de su vigencia, si bien no ha sido utilizada irresponsablemente, tampoco
ha habido demasiada gente interesada en tramitar su divorcio, pues hasta
el momento solo se han concretado 80 divorcios. Lo inaceptable es que
en virtud de dicho “exiguo” resultado, el gobierno dice que
la ley es un fracaso y que hay que “enmendarla” introduciéndole
“mejoras”, pues no se convence que los divorcios sean tan
pocos. Esta insólita proposición confirma las peores aprensiones
en cuanto a que dicha ley no era para resolver asuntos técnicos
o morales, sino que tenía y tiene la intencionalidad política
más abyecta de todas, el interés político partidista
y del éxito de su agenda antivalorica, Y no el bien de la sociedad.
No se entiende de otro modo, que se insista en forzar una realidad que
habla por sí sola.
©
2001 Sebastían Burr Cerda Se autoriza su reproducción
citando la fuente y el autor.
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