Un triunfo legitimo pero ensombrecido por la intervención electoral

Sebastián Burr Cerda

El triunfo de Bachelet desgraciadamente no puede ser catalogado de flamante. Esto por el agresivo extenso y desembozado intervencionismo electoral del gobierno liderado por el propio presidente. La situación en si misma no la requería ni nuestro país se lo merecía. Toda vez que el presidente Lagos ya había accedido a la presidencia utilizando maniobras similares como fue el caso de la reforma laboral impulsada por Frei. Esta práctica se ha constituido en un elemento preocupante porque en buena medida deslegitima al gobernante, considerando que las proyecciones electorales marcadas por la primera vuelta eran estrechas. Y no se borra con elogios y promesas interesadas a favor de la oposición después de los hechos consumados y post electorales. Eso también aparece como una manipulación que forma parte del esquema general de intervencionismo.
La Concertación aparece tolerante y pluralista cuando mantiene holgura en adhesión ciudadana, pero surge de ella un sesgo marcadamente autocrático toda vez que esa amplitud tiende a desaparecer y se acercan los períodos electorales. Hay que tener presente que lo que hace a un demócrata, no es cuando no tiene necesidad de intervenir sino cuando lo requiere y se abstiene de hacerlo.
Esta falta de alternancia puede llevar a Chile de una democracia real a una democracia formal, como se está viviendo en Venezuela. Hay que recordarles a los instigadores intelectuales del intervencionismo electoral, que el hecho atenta contra la dignidad de los ciudadanos y que en Chile han habido revoluciones por ésta causa.
No es ser pluralista cuando se reparte el dinero público (FOSIS e INDAP) y se facilita toda la capacidad ejecutiva del gobierno para alentar una campaña determinada. Los funcionarios del estado, pagados por todos los chilenos, no pueden ser brigadistas del gobierno de turno ni pueden ser forzados a entregar parte de su remuneración. Ni tampoco las obras públicas son un medio de marketing electoral.
No es democrático legislar con la pistola arriba de la mesa, sin discutir los proyectos de ley y haciendo caso omiso de las correcciones que le hace legítimamente el poder del estado que está dotado con la facultad para hacerlo. No es transparente evadir una y otra vez el ejercicio fiscalizador de la cámara de diputados y tener una contraloría que no cumple su rol rápida y eficientemente. No es legitimo ganar con los votos de un partido (PC), que otorga total respaldo a dictaduras con más de 40 años en el poder. No es democrático amenazar con que la izquierda va a salir a la calle, toda vez que Chile aun recuerda que hacía la izquierda en la calle. Y que la dirigencia de la Concertación repita una y otra vez que “la centro derecha no califica para gobernar porque concentraría el poder económico y político simultáneamente” deslinda en lo fascista. Como si el gobernar se tratara sólo de dinero y no de ideas. No fue tolerante ni democrática la actitud del generalísimo Bitar después de concluido el ultimo debate. No es sano gobernar utilizando permanentes muletillas en torno a la lucha de clases pues se manipulan las mentes en forma engañosa. Menos aún cuando esas mentes permanecen indefensas toda vez que las instituciones trascendentales para el desarrollo moral, intelectual y funcional son una caricatura o permanecen ideologizadas; familia, educación y trabajo.

 


 

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