Transición Reconciliación e igualdad social
|
|
Sebastián
Burr Cerda
|
La transición está ligada a la reconciliación sociopolítica
del país. Y ésta está unida a la igualdad social
y económica de los ciudadanos. Desigualdades que surgen durante
el período de la encomienda, se hacen evidente a partir de 1930
y son usadas políticamente hasta el día de hoy. Sus causas
no hay que buscarlas en la Reforma Agraria de Frei M., en el gobierno
de Allende o la revolución de Pinochet.
Sin embargo dado que en los últimos 60 años no hemos sabido
reestructurar humanamente las instituciones sociopolíticas de acuerdo
al avance del mundo y a las necesidades nacionales, sus causas en vez
de haber sido atenuadas se han profundizado. Y esas diferencias no serán
nunca superadas en tanto la institucionalidad sociopolítica no
induzca el desarrollo moral y ético de todos los ciudadanos por
igual, en términos teóricos y prácticos. Esa es la
tesis que comparten J.Pablo II y Benedicto XVI en casi todas sus encíclicas,
cartas pastorales, enseñanzas magisteriales y entrevistas.
No es realista decir que la igualdad se resuelve mediante reducir las
dietas de los directores de em-presas o que los trabajadores de mall tengan
mayores facilidades para formar sindicatos. El asunto pa-sa por una igualdad
valórica y operativa para todos los ciudadanos, de lo que deviene
cierta igualdad en materia de dignidad humana y de praxis social, siempre
auto referida a cada persona y en conexión con los resultados de
la institución en que se trabaja. Tenemos que ser capaces de superar
el materialis-mo y el antagonismo que producen el economicismo liberal
y el humanismo materialista del socialismo.
Desarrollo moral es todo aquello que permite mejorar la vida, y afecta
la conducta entera en cuanto pauta de valoración y/o diferenciación
de las cosas teóricas y prácticas. Esto en tanto se experimente
la realidad de un modo activo y en primera persona, ya sea de un modo
directo o indirecto. En otras palabras, hay que inducir a todos hacer
ejercicio pleno de la libertad cualesquiera sea la posición en
que les toque desempeñarse. Abiertos a la verdad y a los resultados
aleatorios en relación con el resultado de nuestras propias decisiones
y acciones. Acto seguido analogar dicha praxis moral y ética a
aquellas instituciones referidas al hombre y al orden social; familia,
salud, educación, trabajo, justicia y bien común político.
Instituciones que deben estar valórica y operativamente integradas
en un mismo nivel para todos y orientadas hacia el máximo de potencialidad
de nuestras facultades superiores; entendimiento e inteligencia práctica.
Todos deben entrar en el círculo de la autodeterminación
y de la autosuficiencia práctica.
Considerando que la libertad y la justicia son valores superiores a la
igualdad, terminemos con el mito de que ésta puede ser alcanzada
por la vía económica, pues sólo es posible lograrla
por la integración valórica y operativa ya mencionadas.
Hay muchos que prefieren destinar su tiempo a trabajar y a ganar dinero
y otros a su familia, a practicar un hobby o dedicarse a labores altruistas.
Y lógicamente, esos últimos serán menos ricos económicamente
pero obtendrán mayor riqueza familiar y espiritual. En materia
de igualdad hay que saber diferenciar el concepto de valor del de precio.
Es imposible sostener en el tiempo un sistema económico en que
unos subvencionen a otros, ya sea por la aplicación de políticas
socialistas ya sea por la aplicación de políticas de corte
liberal economicista. Porque se podrá estar de acuerdo en ayudar
temporalmente al prójimo, pero jamás se estará de
acuerdo en trabajar primordialmente para otros en desmedro de la propia
familia. Y menos cuando las facultades superiores de las mayorías
postergadas están en plenas capacidades de ser desarrolladas y
utilizadas en beneficio de ellos mismos. Las soluciones para mejorar la
redistribución del ingreso no pueden proseguir por la vía
de la descapitalización de las Pymes aumentando salarios fuera
de toda lógica productiva y además acerrojando el empleo
con leyes proteccionistas. A cinco mil millones de dólares alcanza
la descapitalización anual de dicho sector desde el año
1998 en adelante. Y esto sin mencionar la grotesca competencia de productores
chinos, que pagan 30 veces menos salarios a los que está obligado
por ley el empresario chileno.
Hay que abolir la sociedad salarial y reemplazarla por una sociedad de
iguales en función de la productividad compartida y de acuerdo
a mercado. Hay que modificar la educación de la información
y de conocimientos dispersos por una educación de desarrollo del
entendimiento para enfrentar unidos la globalización cuya dinámica
esencial es el constante cambio. Generar exenciones tributarias especificas
a todos los alimentos naturales sin proceso industrial de por medio para
inducir la buena salud. Finalmente construir una sociedad política
en torno el bien común verdadero, de manera que éste deje
de ser éste un lugar común y medio de manipulación
ciudadana.
©
2001 Sebastían Burr Cerda Se autoriza su reproducción
citando la fuente y el autor.
|
|