Réplica a Vargas Llosa y su ataque a Juan Pablo II

Sebastián Burr Cerda

Con detención leí la columna "El espectáculo más grande del mundo", publicada en La Tercera el 17 de abril, donde Mario Vargas Llosa intenta descalificar la popularidad y el pensamiento de Juan Pablo II. Mi conclusión al respecto, como con las opiniones de muchos otros liberales que se han afanado en estos días en desacreditar el mensaje papal, es que hacen sus análisis a partir de categorías "progresistas", y no consideran las metafísicas y universalistas, que si tomaba en cuenta Juan Pablo II. De manera que sus análisis jamás podrían comprender el mensaje papal en toda su extensión y profundidad humana y social.

Peor aún, su relativismo los conduce a contradecirse, como queda en evidencia en esta columna. Vargas Llosa no entiende cómo Juan Pablo II, yendo más allá de las democracias representativas, se permitió condenar leyes abortistas, eutanásicas, divorcistas y otras legislaciones contra la naturaleza humana y el orden social. Pareciera que para los liberales la democracia representativa es un fin y no un medio de ordenamiento de la sociedad. Sería bueno que comenzaran a pensar en una democracia participativa, pues los resultados humanos y sociales que se observan a lo largo del planeta dejan cada día más que desear.

Y por último, a "confesión de parte relevo de pruebas", pues el mismo Vargas Llosa afirma que el enorme éxito del Papa es nada más porque en "un país de ciegos el tuerto es rey". No tengo ninguna duda de que la democracia representativa está imposibilitada de hacer un mundo de mayorías dignas e inteligentes tanto en el ámbito de la intelección como de la acción, y acorde a las leyes que rigen la naturaleza humana. Porque para ellos el hombre es un ente material y no espiritual. Ahí yace el principal error de liberales y progresistas: insisten en condenar a las mayorías a una pobreza espiritual de la que se deviene la pobreza material y que hasta hoy su sistema no ha podido resolver.

 

 

 


 

 





 

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