Confieso que he pecado de ingenuidad
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Sebastián
Burr Cerda
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Lo confieso porque en varios artículos anteriores, inocentemente,
traté de aportar a un debate que se supone abierto y verdadero
en torno a decisiones que afectan la inversión, el crecimiento,
la productividad, el empleo, etc., y a otros asuntos de orden ético
y moral, como la unidad social y al mejoramiento de los niveles de participación
y protagonismo de la ciudadanía, sobretodo a través del
trabajo. Ahora pienso que Chile está siendo manipulado sociopolítica
y económicamente, y siento haber sido comparsa de esa estratagema,
pues al oficialismo le interesa primordialmente conservar y ampliar su
poder político. Y si eso coincide con lo que Chile necesita, bien
por Chile.
Doce años atrás, Chile era el décimotercer país
más competitivo del mundo, tenía una distribución
del ingreso 10% mejor que la actual y crecía a un promedio del
8,6%. En estos últimos 5 años, hemos crecido sólo
a una tasa promedio del 2,6% y hemos pasado a ocupar el lugar 117 entre
179 países. Y todo esto mientras el sudeste asiático creció
al 6,5%, y el mundo a un promedio del 3.4%.
El gobierno sabe perfectamente lo que tiene que hacer para revertir el
estancamiento microeconómico estructural que nos afecta, más
aún cuando se ha llegado a la inédita situación que
mientras nuestra economía crece el desempleo aumenta. Segundo,
porque el presidente ha recorrido todos los países exitosos; Singapur,
Finlandia, Irlanda, EE.UU. (Silicon Valley), etc., y conoce en detalle
qué está haciendo cada uno de ellos para atraer la inversión,
crecer al 8% o 9%, alcanzar tasas de desempleo inferiores al 3% etc.
¿Qué es lo que verdaderamente hay detrás de ésta
persistente y contradictoria regresión microeconómica?
La experiencia liberal-socialista europea -faro político de nuestros
gobernantes- ha mostrado que, si la economía cae en un hoyo, las
posibilidades de conservar el poder son nulas. Y que si la economía
crece a tasas del 8% o 9%, los electores mejorarán significativamente
su nivel de vida, y entonces trasladarán sus preferencias electorales
hacia la centro-derecha, pues están conscientes que a diferencia
de la izquierda, las políticas que aplica ese sector tienden a
defender e incluso elevar los niveles de prosperidad y no a congelarlos
o disminuirlos. Ese efecto boomerang, ha llevado a concluir a la Concertación,
que la fórmula del éxito político consiste en tener
una economía “ni tan fría para que me echen, ni tan
dinámica para que me cambien”, Y por eso cuida la macroeconomía
y de paso a la gran empresa (intensiva en capital y exigua en mano de
obra), que genera el 80% del PGB y de los tributos pero sólo el
8% del empleo. Y no “cuida” de la misma manera la microeconomía,
que reúne a la mediana y pequeña empresa, pues solo genera
el 20% del PGB. Pero como las Pymes si concentran el 75% de los trabajadores,
el gobierno aplica convenientemente más y más normas laborales
de tipo “proteccionista” y triangula beneficios económicos
a los trabajadores a costa de la descapitalización de dicho sector
y así se asegura la adhesión irrestricta de 4.8 millones
de votos. En otras palabras, con la macroeconomía es pro-económica
y con la microeconomía es pro-política. Un “beneficio”
residual de esas “políticas”, es que como la microeconomía
es la que concentra mayoritariamente a los emprendedores, se supone que
es el semillero del capitalismo y por lo tanto del antisocialismo, de
manera que si ese sector desaparece o sé jibariza mejorarán
las expectativas políticas futuras de la izquierda. En buena medida,
éste esquema es lo explica que en los últimos seis años,
cada vez que el país ha mostrado signos estables de reactivación,
la Concertación o sale con alguna nueva reforma o normativa laboral,
o con una nueva iniciativa tributaria; sea aumentando el IVA, dictando
normas “antielusión”, Royalty etc, Consiguiendo enfriar
de inmediato las expectativas y prolongando el actual estancamiento.
La Concertación ganó las dos últimas presidenciales
impulsando “convenientes y oportunas” reformas laborales.
Ahora, en vísperas de la Próxima presidencial, ha presentando
dos nuevos proyectos al parlamento; a) Una ley que facultará a
los trabajadores para interponer contra sus empleadores demandas económicas
sin cuantía, por “daños morales” en caso de
despido. Normativa válida incluso para aquellos trabajadores que
presente una solicitud de empleo y no sean contratados, aduciendo que
pudieron haber sido discriminados. b) una ley de “derechos fundamentales
y de doble protección al trabajador”, que los facultará
en caso de ser despedidos y pierdan los juicios laborales en la Suprema,
a iniciar sin más, uno nuevo en otro tribunal. Además y
dentro de la reforma procesal penal también se propone reformar
la justicia laboral otorgando al juez correspondiente, la facultad de
“enrielar o corregir” la demanda presentada por el trabajador,
mientras el demandado sólo podrá conocer en la primera y
única audiencia las causales que invoca el trabajador, debiendo
dar respuesta verbal a ellas sin que quede constancia escrita de sus descargos.
Estas dos leyes presentadas bajo el argumento de apurar los juicios laborales
serán “dinamita electoral”, el réquiem del empleo
y de muchas Pymes. Desaparecerá además la institución
jurídica cosa juzgada, y transformará a los jueces laborales
en “juez y parte” pues será difícil que un juez
falle contra sus mismas “correcciones”. Una vez más,
se utiliza el artificial conflicto entre capital y trabajo, para “avanzar”
políticamente.
El mismo proyecto de Royalty si uno lo revisa, es también anti
mediana y pequeña empresa. En su artículo 19 letra C, establece
que para la determinación de la renta efectiva neta de las empresas
mineras para efectos del pago de Royalty, sólo se les permitirá
descontar como gastos, las remuneraciones de su propio personal, excluyendo
el de las Pymes prestadoras de servicios a esa industria. (480.000 trabajadores)
Estos maquiavélicos proyectos, empobrecerán y dividirán
más aun a Chile, pues sin ningún mandato democrático,
se pretende avanzar hacia una sociedad socialista, asentada en tres patas:
un gobierno omnipresente y muy fuerte; un puñado de grandes empresarios
manejables, y todo el resto de la ciudadanía conformando una sociedad
salarial pasiva y precaria, enajenada de las cuestiones socioeconómicas
y políticas y susceptible de ser manipulada políticamente.
Los incrédulos que todavía suponen que la actual recesión
de seis años de duración es circunstancial, tienen que comprender
que estamos enfrentados a dos paradigmas éticos contradictorios:
el paradigma humanista cristiano, del bien objetivo y válido para
todos por igual operando dentro del ejercicio de la verdad y de la libertad,
y el paradigma socialista-liberal para quienes el bien social de unos,
es necesariamente el mal de los otros, lo que los fuerza a nivelar hacia
abajo y donde se supone que los únicos que están capacitados
para salvar a la sociedad de la “injusticia” es la izquierda.
©
2001 Sebastían Burr Cerda Se autoriza su reproducción
citando la fuente y el autor.
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