Juan Pablo II y nuestras contradicciones sociopolíticas

La Segunda Viernes 15/04/2005
Sebastián Burr Cerda

Sin duda la muerte de J.Pablo II ha remecido la conciencia de casi todos los chilenos. Al extremo que el Presidente de la República lo catalogó como ‘‘tremendo líder moral que es Juan Pablo II’’. Y destacó la labor del Pontífice diciendo que ‘‘luchó por la libertad, dignidad, los DD.HH y por los más necesitados’’ Ojalá que a partir de ese sincero y altísimo reconocimiento presidencial, podamos los chilenos seguir las nseñanzas del Papa y reencontrar la ansiada unidad social y política. Y de esa manera resolver con convicción, generosidad e inteligencia el gigantesco déficit humano y social de buena parte de los chilenos.

Si uno remite al concepto de líder moral, constatará que se refiere a un conductor dotado de superioridad en lo verdadero, en aquello que permite mejorar la vida individual y social; pues lo moral afecta la conducta entera en cuanto pauta de valoración y/o diferenciación de las cosas en tanto buenas y malas. Y que incide radicalmente en el perfeccionamiento o derrota moral de la persona y ética de la sociedad.

Ciertamente esa posibilidad de diferenciación humana, pasa por el desarrollo del entendimiento y de la inteligencia práctica del ciudadano. Para lo cual existen dos instituciones sociopolíticas que hace mucho rato que no están cumpliendo su rol de desarrollo teórico y práctico; educación y trabajo. Toda vez que el 80% de nuestra población no entiende lo que lee y está constituida mayoritariamente por analfabetos funcionales. J. Pablo II dice enfáticamente, que el desarrollo moral pasa por el desarrollo de esas dos facultades superiores y que son esencialmente espirituales. Bajo esa perspectiva, no se entiende por qué Chile no cuenta con libertad educacional y de libre asociación entre capital y trabajo para poner en escena diversos proyectos educacionales y laborales, y así los postulados papales tengan alguna posibilidad. J. Pablo II exhorta a través de la encíclica Laborem Excersens, a dar protagonismo a todos los trabajadores por igual, mediante sistemas participativos, pues entiende que el trabajo está para el hombre y no el hombre para el trabajo. Dice que el trabajo humano es la clave para el perfeccionamiento moral y simultáneamente de crecimiento profesional y económico. Es contrario al antagonismo entre capital y trabajo y enemigo absoluto de la lucha de clases, a lo que antepone ‘‘el amor es más fuerte’’. Debiera entonces el Presidente, reexaminar sus posturas políticas respecto trabajo y educación y abrirse a ciertos grados de flexibilidad en esos ámbitos.

En materia de divorcio y aborto hay también serias discrepancias, toda vez que J. P II luchó incansablemente en contra de la disolución conyugal. Pues entiende a la familia, como la base de una sociedad en progresión demográfica y éticamente bien constituida. Así, si se revisa la encíclica Evangelium Vitae, que enseña el carácter inviolable de todos los aspectos de la vida humana, verá que J.P. II se manifiesta en contra de todo tipo de abortos. Incluso el terapéutico o cualquiera otra forma que ponga en riesgo las posibilidades de la vida humana. Todo esto lo entiende como la base fundamental del respeto a los DD.HH.

El Papa además se ha jugado por entero en contra de la eutanasia como lo vimos en el caso de Terri Schiavo. Sin embargo uno observa a ciertos líderes de la concertación y socios políticos del Presidente cómo se afanan en impulsar el aborto y ahora leyes eutanásicas. (Bachelet, Allende, Schaulson y Girardi.)

Ha dicho por otra parte J.P II, que ‘‘el comunismo es un accidente terrible’’, y todos sabemos como se jugó contra el marxismo a través del impulso que dio al movimiento obrero solidaridad de Lech Walesa, y que marcó el inicio del fin de esa ideología en Europa. Sin embargo aquí en Chile, la coalición de gobierno va exactamente en la línea contraria, e intenta llegar a un acuerdo político con el partido Comunista. Y esto sin mencionar mayormente como el partido Socialista chileno, en su último congreso ideológico (2004), reivindicó el marxismo como un modo de interpretación de la realidad. Ideología completamente opuesta a los postulados espirituales de Juan Pablo II y responsable del mayor holocausto humano en el siglo XX.

Por último, es sabido que el Presidente se declara agnóstico, postura según mi opinión, evasiva, cómoda y ciertamente difícil de sostener filosóficamente. Pues no hay ninguna acción que acometa el Presidente, que no vaya acompañada de convicción, y la convicción emana de la fe. Fe natural por cierto, pero cuyo primer elemento causal proviene siempre de un principio de fe sobrenatural. Ahora si tiene dudas de lo que aquí se dice, le sugiero que revise la encíclica Fe y razón, también publicada por Juan Pablo II, en la que se establece que fe y razón son dinámicas ambivalente e imposibles de separar.

El Presidente si no considera en su acción política los elementos mencionados, quiere decir que sus declaraciones son simple retórica y que sólo buscan efectos mediáticos con fines político-electorales.


 


 

 





 

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