Humanismo Espiritual Cristiano Y Lo Político

Sebastián Burr Cerda

Intempestivamente el Humanismo Espiritual Cristiano entró al debate político nacional y mucha gente no entiende el porque y el para que de esa irrupción.
Pero si se tiene en cuenta que toda la controversia política en Occidente durante el siglo XX, fue entre materialismo dialéctico (socialismo marxista), liberalismo económico y humanismo espiritual cristiano. Y ésta última doctrina moral, es la única que intenta humanizar espiritual y éticamente a ambos materialismos, expandir hacia el plano más alto y para todos por igual las capacidades intelectivas y funcionales del hombre y por esa vía unificar valórica y culturalmente a la sociedad Occidental, se comprenderá su raíz moral, su profundo sentido de igualdad humana y su radical importancia.
El atentado contra la vida de J. Pablo II en la Plaza de San Pedro, se enmarcó dentro de ese contexto de “guerra” ideológica, que emana de una conflictiva que Occidente (incluido Chile) aún no vislumbra el camino de solución. No hemos sido capaces de ver la esencia del problema y menos adecuar las soluciones prácticas bajo un contexto de integración humana, social y con el concurso de las instituciones políticas correspondientes.
Ya sabemos lo que propuso el marxismo al mundo y a Chile, y también como el socialismo renovado ha ido aglutinando al liberalismo económico y a una DC que a partir de 1968 comenzó a perder su matriz Cristiana. La DC se desplazó de un solvente humanismo espiritual (falangismo; T. de Aquino, León XIII, J. Maritain etc) a un humanismo relativista y laico. En el mismo momento en que la “exégesis” del socialismo, se trasladó del marxismo de Marx al marxismo de Gramsci, quién propone las mismas transformaciones valóricas, económicas y sociales de Marx pero sin abolir el derecho de propiedad, aunque dispuesta a “compensar” dicha “cesión” por un aumento de la carga tributaria a empresas y a personas en la medida en que “lo políticamente correcto” lo permita. Esto significa que al materialismo cientificista y empirista del socialismo de Marx, se le agregó el utilitarismo-económico-individualista del materialismo liberal. Configurando la gran alianza política actual y que incluye a los grandes empresarios.
Todo ese cúmulo de filosofías materialistas ha acentuado las desigualdades y no logra estructurar ética y eficientemente las instituciones que tienen por misión el desarrollo moral, social y profesional de toda persona humana; familia, educación y trabajo. Lo peor es que las soluciones que se plantean no giran en torno a moralizar la sociedad por la vía de la expansión intelectiva y funcional de los que la componen, sino sólo a requerir mayor poder político y más recursos materiales para implementar políticas humanamente vacías y probadamente ineficaces. Nos hemos transformado en unos expertos en materialismo y unos verdaderos analfabetos en humanismo.
Más allá de que estar de acuerdo con lo que dicen los Evangelios respecto la indisolubilidad conyugal, el matrimonio entre hombre y mujer, el respeto a la vida, la preocupación por los más pobres, el trabajo digno etc. Hay que ser enfático en señalar que tanto los Evangelios como el humanismo espiritual cristiano sostienen que el medio fundamental de superación de todas las carencias morales y dificultades humanas y sociales es por la vía del desarrollo espiritual en tanto práctico. Es decir siempre de un modo activo y en primera persona y con el concurso de las instituciones sociopolíticas trascendentales. En tanto entendidas en función de un orden superior que lo encarna Dios Padre y su Hijo hecho hombre.
J. Pablo II en Centesimus Annus n 46, dice: “si no existe una verdad última, la cual oriente la acción política, entonces las ideas y las convicciones humanas pueden ser instrumentalizadas para fines de poder. Una democracia sin valores se convierte con facilidad en un totalitarismo visible o encubierto como demuestra la historia”.
Para conseguir esa expansión espiritual, considerando la complejidad social y la multidimensionalidad humana, se requiere que el estado brinde el más absoluto apoyo a la institución familia, toda vez que ésta es anterior al estado y aporta la formación valórica, afectiva, comunitaria y solidaria a la persona.
Para lograr desarrollo intelectivo, se requiere libertad educacional y que la potestad de ella quede en mano de los padres. Que las propuestas pedagógicas giren en torno a desarrollar el entendimiento humano desde la perspectiva epistemológica más alta y a la más temprana edad posible. Siempre bajo intencionalidad del alumno con respecto las cosas y problemas del mundo y una vez abierta su sensibilidad y descubierta su vocación.
Para efectos de terminar con las clases socioeconómicas, permitir el desarrollo de la inteligencia práctica o capacidades funcionales de los trabajadores y generar solidaridad plena en el ámbito laboral, se debe impulsar la asociación entre capital y trabajo (encíclica Laborem Excersens). Que el trabajador mediante una participación multidimensional en la empresa, participe plenamente de la realidad micro y macroeconómica, desarrolle sus capacidades profesionales y mejore sus ingresos en función de la productividad individual y de los resultados objetivos de la empresa y de la economía. De esa manera se validaría la Justicia, uno de lo más grandes principios del humanismo espiritual cristiano y de paso se eliminaría una de las mas graves fuentes de conflicto entre derecha e izquierda.
Por último, para reafirmar todo lo anterior, pero ésta vez desde una perspectiva fisiológica común, se requiere dotar al país de una estructura nutricional sana. Para ello se propone la eliminación de impuestos a todos los productos cien por ciento naturales que hagan bien a la salud y que no involucren proceso industrial alguno. Cerrando con ello un círculo virtuoso sociopolítico de espíritu, mente y cuerpo y que permitiría cumplir con aquella máxima de Cristo; “Sólo la verdad os hará libres” y las desigualdades en los diversos planos debieran disminuir drásticamente.

 


 

© 2001 Sebastían Burr Cerda Se autoriza su reproducción citando la fuente y el autor.