Humanismo Espiritual Cristiano (HEC)
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Sebastián
Burr Cerda
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Si uno revisa las propuestas de los diversos candidatos en las últimas
presidenciales, se encontrará con que todos apelaron al humanismo
para conquistar la adhesión ciudadana, sin hacer distinciones filosófico-políticas
en torno al tipo de “humanismo” que cada uno de ellos postulaba.
(HEC, ecológico, materialista, sociología religiosa, etc.)
Bachelet sostiene que el humanismo laico comparte los mismos valores del
Humanismo Cristiano y que no hay nada que los diferencie. La candidata
está equivocada y lo sabe, pues ser agnóstica implica una
“definición” (antidefinición) filosófica
respecto la no existencia de la espiritualidad humana por la vía
de declararse incapaz de comprender la idea de Dios, lo que se traduce
en una visión materialista, estrecha o al menos relativista de
la persona humana y de la sociedad. En cambio el HEC cree en un hombre
objetivo, trascendente, único e irrepetible (unicidad confirmada
por el ADN) conectado a una moral que deviene de un orden natural instaurado
por Dios que se supone cognoscible por la razón y la fe (Encíclica,
Fides et ratio). Esa unicidad implica también el reconocimiento
de la dignidad humana, pues entiende a la persona como individuo y sujeto
activo de expansión moral y no sólo como parte de un colectivo
social. Lo que implica reconocerle su esfuerzo y el desarrollo de sus
talentos dentro de un modelo ético social en el cual todos tienen
las mismas oportunidades y la individualidad de cada cual tiene un campo
de expresión reconocido.
El agnosticismo asociado a posiciones liberales y socialistas está
conectado a una idea de optimización del mundo de la que se desprende
un orden político de tipo colectivista que encierra una “persona”
sin rostro (masa, proletarios, clase trabajadora, etc.) y sin referencia
superior alguna, aunque suelen apelar al darwinismo para afirmar sus posiciones.
Unos entonces reconocen la persona en cuanto tal como hijo de Dios, y
dejan el problema de definiciones humanas, morales y éticas a un
orden natural que induce al bien pero no instituido por hombres. Y los
otros que entienden al hombre como un accidente biológico de tipo
evolucionista y se sienten capaces de definir todo respecto el hombre
y la sociedad sin referencia superior alguna. Como se puede apreciar los
grados de independencia y de autonomía de una y otra posición
son distintos.
La expansión moral que promueve el HEC implica el desarrollo de
las facultades superiores o espirituales del hombre (entendimiento, inteligencia
práctica, ética social etc) de un modo activo y en primera
persona y no al modo pasivo y de la tercera persona como lo plantea el
colectivismo socialista. El humanismo materialista se basa en un desarrollo
impersonal a través del colectivo social y considerando el bienestar
material intermediado por un estado benefactor; redistribución
estadística y pareja del ingreso, carga tributaria a niveles preestablecidos
políticamente, salarios disociados de la productividad, etc). Todo
eso implica que el leiv motiv del socialismo es conseguir y mantener el
poder y la capacidad de elaborar ingenierías sociales, pues entiende
el mundo políticamente y no integrada, bondadosa y trascendentemente
como lo hace el HEC.
De ésta mirada discordante respecto la realidad del hombre y de
la sociedad, deviene dos formas de defender la vida humana, concebir la
trama valórica que rige la convivencia social y construir aquellas
instituciones que conforman el orden político y que implican desarrollo
humano; familia, educación y trabajo. Ahí está la
enorme cantidad de transformaciones valóricas que rechaza el HEC
y que ha propuesto gente de la Concertación, más allá
del divorcio y de las nefastas políticas antifamilia; aborto “terapéutico”
(Pte Lagos y M. Bachelet a través de su apoyo el Cedaw), eutanasia
(G.Girardi e I. Allende) matrimonio entre homosexuales (G. Girardi y A.Saa).
En materia de educación, el HEC promueve la libertad educacional
y una pedagogía que desarrolle el entendimiento de la persona en
tanto intencional respecto las cosas que conforman la realidad. Y no una
entrega de conocimientos descontextualizados e impersonales que no explican
jerárquica y ordenadamente la realidad humana y las cosas del mundo.
Los pésimos resultados de nuestra educación según
el TIMMS, el SIMCE, mediciones de la OMCD y sobretodo el hecho de que
el 80% de nuestros compatriotas no entienda lo que lee, está lejos
de lo que promueve el HEC en materia de educación y desarrollo
superior y espiritual de los alumnos.
En materia laboral el HEC promueve la asociación entre capital
y trabajo de un modo activo, participativo y proporcional a la productividad
para todos los trabajadores por igual. De manera que puedan desarrollar
la facultad de la inteligencia práctica y mejorar sus habilidades
profesionales e ingresos, sea cual sea el trabajo que desempeñen
(Encíclica, Laborem excersens) y todo ello dentro de una economía
libre y solidaria. Y lo que tenemos es una sociedad salarial de mínimos
remuneracionales, con cero autocapacitación, 80% de analfabetos
funcionales y 600 mil cesantes (considera los programas de empleo estatal)
que no ha podido ser superada en los últimos 8 años, 50%
de los cesantes corresponden al estrato más pobre del C3 y 35%
se da entre jóvenes de 19 a 23 años.
Ciertamente un no creyente puede adherir a estos postulados de defensa
de la vida, de naturaleza moral y ética social, porque el entendimiento
humano y la inteligencia práctica y el modelo de sociedad que de
ahí se proyecta se rigen por principios intelectivos y operativos
de carácter natural y universalistas y por lo tanto validos para
toda la especie humana por igual. No pertenecen a partido político
ni iglesia alguna, sino a la especie humana en general, de lo cual todos
y cada uno de nosotros somos sus depositarios.
©
2001 Sebastían Burr Cerda Se autoriza su reproducción
citando la fuente y el autor.
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