Diseño inteligente y darwinismo

Sebastián Burr Cerda

Un interesante debate entre darwinistas y aquellos que defienden la teoría del “Diseño inteligente” se está dando en el sistema educacional de los Estados Unidos. Los primeros sostienen que la forma en que se ha dado la vida es mediante un sistema de cambios biológicos graduales bajo un contexto de selección natural ajena a toda connotación moral e intervención de un ser superior.

Los que apoyan la tesis del Diseño Inteligente en cambio, dicen que el mecanismo de selección natural de Darwin no explica cómo se originó la vida. Ni tampoco explica, cómo formas de vida u órganos de complejidad irreductible (irremplazable en su estructura completa), se pudieron haber generado gradualmente, considerando que son sistemas cuya actividad depende del funcionamiento del total de sus partes o componentes. No tiene sentido que el ojo haya surgido sin mirar o que el entendimiento humano haya existido sino entender etc.

Así y todo, la tesis evolucionista de Darwin es cierta, pero en el sentido de la reducción o ampliación de las capacidades fisiológicas o intelectivas de la persona, en cuanto sus órganos estén en ejercicio pleno y permanente y además por largos períodos, quizás millones de años. Pero la tesis del darwinismo efectivamente no tendría nada que ver con la creación de la vida en ninguno de sus géneros, como tampoco de los elementos básicos que hacen la vida posible: agua, tierra, aire etc. Y por lo tanto no puede imponer a partir de su visión, estrecha y materialista de la existencia, una posición humanista. No puede pretender una optimización social y del mundo por generación espontánea y evolutiva, sin otorgar a cada ciudadano el espacio para asumir un papel protagónico aquí y ahora, que a cada uno le corresponde por derecho natural en su paso por la vida. Eso porque además de ser poco pluralista y generosa, no considera que el 80% o más de la población mundial, de una u otra manera, cree en un ser u orden superior.

Ahora más allá de los darwinistas, si la teoría del “diseño inteligente” no supone un “diseñador” con intención, designio o propósito en cada cosa y todo aquello creado, dicha tesis sería otra forma de materialismo naturalista. Vacío de espiritualidad y de sentido trascendente, y por lo tanto sería más de lo mismo, aunque con un nombre más “inteligente”. Recordemos que el sentido trascendente es el que aporta el sentido de la creatividad, requisito fundamental para abordar libremente los requerimientos que la vida diaria nos depara.

Sin embargo intentar probar la teoría del diseño inteligente por la vía empírica o material no es posible, salvo por deducción. Esto porque lo material, bajo un contexto de propósito o intención, requiere de la metafísica que rebasa lo físico. La intencionalidad humana cae dentro de lo moral y ético, y esas dimensiones siendo subjetivas, caen dentro de lo espiritual. Y dado que lo material o empírico es finito, es incapaz de asumir un papel infinito, y menos resolver dentro de la estrechez de sus límites materiales. Incluso si la vida fuese sólo guiada por los instintos sin el apoyo de la razón, sería material y estrecha y no expansiva y con capacidad de creación. Esto porque los sentidos son ciento por ciento empíricos, pues solo captan frecuencias, densidad, presión etc. Aunque no hay nada que el entendimiento logre elaborar y analogar, que no haya pasado primero por los sentidos, pero al entendimiento sólo le trasmiten formas físicas.

Según Darwin la vida habría sido un accidente extraño y sin ninguna trascendencia más allá de lo estrictamente biológico, lo que hace que se confunda la espiritualidad humana con la sensibilidad de los animales. Un ejemplo; a diferencia del hombre, el tiuque no observa el paisaje que compone el sol, el río, el campo y el conejo, sólo ve un coto de caza y su alimento. En el hombre en cambio, se produce una sublimación estética, dentro de una visión contextual, tanto al modo individual de los elementos que componen el paisaje como también en su conjunto. Lo que finalmente la persona “emocionaliza” en alegría, sufrimiento o indiferencia. Emoción que la mente almacena y utiliza como elemento diferenciador en otros eventos.

¿Que quedaría hacer entonces para asumir la teoría del Diseño Inteligente si lo empírico no nos sirve? Veamos algunas vías: El camino de la fe natural y sobrenatural que dice que todo lo que la voluntad hace, lo hace en busca de un bien o un fin. Pero como generalmente la persona no actúa confirmando técnicamente todos los elementos que le permitan tomar una decisión, actúa con intuición. Presentimiento que se asienta al final de cuentas en un acto de fe natural. Es decir, toma en consideración cosas que da por entendidas sin haberlas confirmado técnicamente, pero asumiéndolas como ciertas. Por ejemplo, si yo tomo un ascensor que me movilice al 9° piso, no hago una revisión previa de los sistemas neumáticos ni eléctricos del ascensor, simplemente tengo fe que va a llegar al destino y no se va a desplomar. Ahora bien, si uno después de ese acto simple y natural de fe, intenta averiguar que elemento causal o de respaldo utilizó para actuar sin confirmación técnica previa, se va a encontrar con una seguidilla de actos de fe natural que fueron utilizados como “antecedentes”. Y si sigue el proceso de análisis hacia el primer acto de fe natural que es causa de todos los otros, se va a encontrar con un acto de fe sobrenatural, que no es posible que sea confirmado técnica o empíricamente, aunque se quiera. En otras palabras la persona actúa creyendo ?quizás no racionalmente? en un orden superior sin darse cuenta. De manera que guste o no, la fe natural y sobrenatural está siempre presente en casi todos los actos humanos.

Una segunda vía ya más “empírica”, pero que es más bien deductiva, dice que si yo acepto que el entendimiento humano, la inteligencia práctica y la conciencia moral en la mayoría de los seres humanos operan, puedo concluir que tienen existencia. ¿Pero como se prueba empíricamente esa existencia, si cuando se conocieron los tres mil 120 millones de pares de bases del ADN, (año 2002) las únicas características que no se encontraron inscritas físicamente fueron justamente esas facultades espirituales? La respuesta a esa suerte de “misterio” del ADN se resuelve diciendo que nada cuyas características sean metafísicas o espirituales pueden estar contenidas en una célula material y por lo tanto finita. Porque lo espiritual es infinito y trasciende o sobrepasa la materia. En otras palabras si la funcionalidad completa y todos los alcances de esas facultades estuviesen inscritas en una célula material, no serían espirituales y por lo tanto no cabría hablar de un “Diseñador Inteligente”.

Otra vía de prueba de la espiritualidad y de la existencia de un Diseñador Inteligente son los principios que rigen el mismo entendimiento humano. Si uno tiene presente que dicha facultad busca sólo y siempre la verdad, independientemente de que la descubra. Esa búsqueda de la verdad, requiere de ciertos principios que se denominan universales y que no son sujeto de comprobación empírica o técnica, y que se prueban por sí mismos. De hecho toda persona creyente o no creyente los utiliza a diario.

Esos principios universales se conocen como:
a) principio de identidad que dice que toda cosa o concepto tiene ser. Es decir que toda cosa es y de lo cual emana su principio operativo. Es decir que es y como debe funcionar.
b) Principio de no-contradicción; que dice que nada puede ser y no ser al mismo tiempo.
c) Principio de causalidad; señala que toda cosa tiene causa, salvo lo que llamamos Dios y que sería el que dio origen a todo lo diseñado inteligentemente y que sería eterno.
d) Principio de cualidad; dice que en la naturaleza no existe una cosa igual a otra, no obstante que somos todos seres hermanados en géneros y especie. De hecho la apertura del ADN confirmó que los seres vivos somos en un 98% hermanos y en el ámbito humano las diferencia entre razas y seres individuales no superan el 0,2%. En otras palabras somos seres sociales viviendo en una casa común (el mundo) donde además cada persona necesita desarrollar su dimensión individual, pero no de un modo puramente técnico, también trascendentemente en donde estén todos incluidos y todo el orden de cosas integrado.

Como puede apreciarse el debate que se ha abierto es interesante porque puede lograr que el modernismo haga más real su visión del hombre. De como éste percibe la realidad y de que manera puede acceder a la felicidad verdadera, y así dicho valor deje de ser un simple lugar común. Lo que nos conduciría a una revisión de la vida social y también de las instituciones que conforman el orden político. Sobretodo de aquellas trascendentales para el desarrollo moral y ético de la persona; familia y formación, educación y entendimiento, trabajo e inteligencia práctica, justicia y protagonismo humano, gobierno y bien común etc. Y acto seguido dar paso a un debate sobre la esencia de aquellos conceptos que afectan la vida teórica y práctica de toda persona: Libertad, verdad, orden moral y ético, felicidad etc. Y por último una toma de razón y rectificación de aquellos conceptos culturales más duros que están desintegrando dramáticamente la vida moderna; materialismo, utilitarismo, relativismo, agnosticismo, socialismo, liberalismo, economicismo, consecuencialismo, exitismo, hedonismo, individualismo, nihilismo, etc. Todos reduccionismos filosóficos que limitan gravemente la expansión humana, la integración y la solidaridad social.

 


 

© 2001 Sebastían Burr Cerda Se autoriza su reproducción citando la fuente y el autor.