Un interesante debate entre darwinistas y aquellos que defienden la teoría del “Diseño inteligente” se está dando en el sistema educacional de los Estados Unidos. Los primeros sostienen que la forma en que se ha dado la vida es mediante un sistema de cambios biológicos graduales bajo un contexto de selección natural ajena a toda connotación moral e intervención de un ser superior. Los que apoyan la tesis del Diseño Inteligente en cambio, dicen
que el mecanismo de selección natural de Darwin no explica cómo
se originó la vida. Ni tampoco explica, cómo formas de vida
u órganos de complejidad irreductible (irremplazable en su estructura
completa), se pudieron haber generado gradualmente, considerando que son
sistemas cuya actividad depende del funcionamiento del total de sus partes
o componentes. No tiene sentido que el ojo haya surgido sin mirar o que
el entendimiento humano haya existido sino entender etc. Ahora más allá de los darwinistas, si la teoría del “diseño inteligente” no supone un “diseñador” con intención, designio o propósito en cada cosa y todo aquello creado, dicha tesis sería otra forma de materialismo naturalista. Vacío de espiritualidad y de sentido trascendente, y por lo tanto sería más de lo mismo, aunque con un nombre más “inteligente”. Recordemos que el sentido trascendente es el que aporta el sentido de la creatividad, requisito fundamental para abordar libremente los requerimientos que la vida diaria nos depara. Sin embargo intentar probar la teoría del diseño inteligente
por la vía empírica o material no es posible, salvo por
deducción. Esto porque lo material, bajo un contexto de propósito
o intención, requiere de la metafísica que rebasa lo físico.
La intencionalidad humana cae dentro de lo moral y ético, y esas
dimensiones siendo subjetivas, caen dentro de lo espiritual. Y dado que
lo material o empírico es finito, es incapaz de asumir un papel
infinito, y menos resolver dentro de la estrechez de sus límites
materiales. Incluso si la vida fuese sólo guiada por los instintos
sin el apoyo de la razón, sería material y estrecha y no
expansiva y con capacidad de creación. Esto porque los sentidos
son ciento por ciento empíricos, pues solo captan frecuencias,
densidad, presión etc. Aunque no hay nada que el entendimiento
logre elaborar y analogar, que no haya pasado primero por los sentidos,
pero al entendimiento sólo le trasmiten formas físicas. ¿Que quedaría hacer entonces para asumir la teoría
del Diseño Inteligente si lo empírico no nos sirve? Veamos
algunas vías: El camino de la fe natural y sobrenatural que dice
que todo lo que la voluntad hace, lo hace en busca de un bien o un fin.
Pero como generalmente la persona no actúa confirmando técnicamente
todos los elementos que le permitan tomar una decisión, actúa
con intuición. Presentimiento que se asienta al final de cuentas
en un acto de fe natural. Es decir, toma en consideración cosas
que da por entendidas sin haberlas confirmado técnicamente, pero
asumiéndolas como ciertas. Por ejemplo, si yo tomo un ascensor
que me movilice al 9° piso, no hago una revisión previa de
los sistemas neumáticos ni eléctricos del ascensor, simplemente
tengo fe que va a llegar al destino y no se va a desplomar. Ahora bien,
si uno después de ese acto simple y natural de fe, intenta averiguar
que elemento causal o de respaldo utilizó para actuar sin confirmación
técnica previa, se va a encontrar con una seguidilla de actos de
fe natural que fueron utilizados como “antecedentes”. Y si
sigue el proceso de análisis hacia el primer acto de fe natural
que es causa de todos los otros, se va a encontrar con un acto de fe sobrenatural,
que no es posible que sea confirmado técnica o empíricamente,
aunque se quiera. En otras palabras la persona actúa creyendo ?quizás
no racionalmente? en un orden superior sin darse cuenta. De manera que
guste o no, la fe natural y sobrenatural está siempre presente
en casi todos los actos humanos. Esos principios universales se conocen como: Como puede apreciarse el debate que se ha abierto es interesante porque
puede lograr que el modernismo haga más real su visión del
hombre. De como éste percibe la realidad y de que manera puede
acceder a la felicidad verdadera, y así dicho valor deje de ser
un simple lugar común. Lo que nos conduciría a una revisión
de la vida social y también de las instituciones que conforman
el orden político. Sobretodo de aquellas trascendentales para el
desarrollo moral y ético de la persona; familia y formación,
educación y entendimiento, trabajo e inteligencia práctica,
justicia y protagonismo humano, gobierno y bien común etc. Y acto
seguido dar paso a un debate sobre la esencia de aquellos conceptos que
afectan la vida teórica y práctica de toda persona: Libertad,
verdad, orden moral y ético, felicidad etc. Y por último
una toma de razón y rectificación de aquellos conceptos
culturales más duros que están desintegrando dramáticamente
la vida moderna; materialismo, utilitarismo, relativismo, agnosticismo,
socialismo, liberalismo, economicismo, consecuencialismo, exitismo, hedonismo,
individualismo, nihilismo, etc. Todos reduccionismos filosóficos
que limitan gravemente la expansión humana, la integración
y la solidaridad social.
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