Desigualdad e igualdad, mitos y realidades
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Sebastián
Burr Cerda
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En los dos últimos siglos, la igualdad humana y social se ha convertido
en el gran anhelo sociopolítico del planeta. No hay casi ningún
político que no la haya utilizado para llegar al poder. Grandes
revoluciones se han hecho en su nombre; la Revolución Francesa,
la Marxista en Rusia, en España y en Europa oriental. Siguió
Mao Tse Tung, Pol Pot y Ho Chi Min en Asia. Fidel Castro y Allende en
América.
Todos los regímenes que no supieron combinar la justicia a través
del bien común político y el ejercicio de la libertad igual
para todos, terminaron imponiendo; feroces matanzas, o dictaduras o miseria
socioeconómica en vez de igualdad.
¿En que consiste entonces, o como se puede alcanzar la igualdad
de la cual tanto se habla?
Desgraciadamente, casi toda la discursiva que estamos presenciando es
simplista, pues hace hincapié sólo en la desigualdad material
no obstante que se sabe que la desigualdad socioeconómica, deviene
de disparidades formativas, intelectivas y de discapacidades funcionales.
Para alcanzar cierta igualdad socioeconómica, se requiere establecer
previamente, ciertos parámetros humano-valóricos y de ética
social común en aquellas instituciones capacitadas para desarrollar
a la persona y que son parte del orden político. Familia, a cargo
de la formación fundamental y de la entrega de los valores esenciales
para desenvolverse en el plano individual y social. Educación,
con el rol de desarrollar el entendimiento teórico y expandir los
conocimientos. Y trabajo; que aporta el desarrollo de la inteligencia
práctica y la actualiza. Y como lo formativo, el entendimiento
teórico y la inteligencia práctica son dimensiones ambivalentes,
deben ejercitarse simultáneamente de un modo activo y en primera
persona para todos por igual. Lo que exige que el sistema político
consolide análogamente, la libertad y la justicia, puesto que son
principios superiores a la igualdad y condición para que ella funcione.
De esa manera, la redistribución del ingreso dependerá del
desarrollo moral y ético de todos y será condición
natural del propio sistema político. Se evitará así,
tensionar permanentemente la convivencia social, extrayéndole dinero
a unos para entregárselo a otros, y que como nunca se destina a
lo real y verdadero, la demanda por recursos pasa a ser inagotable. No
se puede pretender igualar los resultados de las acciones humanas artificialmente.
Eso es cosmetología redistributiva, nada más.
Es curioso que dichas dimensiones superiores llevadas a lo político
no se planteen en el debate, toda vez que dichas potencias se rigen por
los mismos principios universales, epistemológicos y prácticos
en todo el género humano. Incluso para los jefes del rebaño.
Digámoslo con todas sus letras, la igualdad hoy en Chile no es
posible, toda vez que en las instituciones mencionadas, cohabitan dos
"sistemas": familias integradas y desintegradas conyugal y afectivamente,
generadoras de una sólida o deteriorada autoestima en sus hijos.
Una educación de datos o conocimientos mínimos, entregados
descontextualizadamente (la de los pobres), y una educación con
estructura epistemológica que desarrolla el entendimiento y las
capacidades prácticas de los más ricos. Un sistema laboral
donde conviven individuos que se desempeñan en primera persona
y activamente (propietarios y altos ejecutivos,) y la gran mayoría
que se desempeña en tercera persona y pasivamente; los más
pobres, base de la sociedad salarial y de desequilibrios socioeconómicos
y de desigualdad.
La igualdad comienza por adaptar las instituciones mencionadas en torno
a un desarrollo moral protagónico, pues de ello se devienen conductas
éticas que equilibran el plano social, familiar, socioeconómico
y político.
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2001 Sebastían Burr Cerda Se autoriza su reproducción
citando la fuente y el autor.
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