Comedia de equivocaciones medioambiantalistas

Sebastián Burr Cerda

Los empresarios coinciden en que el tema Celco marcó un hito en la relación empresas, ecología y gobierno. Y es evidente que la problemática hay que abordarla seria e integralmente, pues el planeta no resiste más los actuales niveles de contaminación y todos los seres humanos tiene derecho a vivir en un medioambiente limpio. Es por esto, que los empresarios no deben sobrepasar los niveles de contaminación a que son autorizados y deben hacerse cargo dentro de la evaluación de sus proyectos de los daños directos e indirectos que ocasionan. Las autoridades a su vez, deben perseverar en las mejores soluciones y no dejarse vencer por la primera adversidad política. Recordemos que Celco propuso descargar sus residuos a través de un emisario submarino, y fue el gobierno quién le pidió descargar en el río Cruces. Así el país, no puede paralizarse en aras de un ecologismo mal entendido, que hace uso de la defensa medioambiental un tema de manipulación y poder político. Aquí se están enfrentando tres posiciones ecológicas; el Ecologismo, (espiritualismo naturalista o panteísmo) que sostiene que todos los seres vivos, incluido los hombres, tienen una misma relación natural y horizontal con Dios. El vínculo humano-espiritual entre Dios y la persona desaparece, pues su relación es técnica y no moral. Tras esta postura materialista, se mueven sectores masones y liberales de centro-izquierda que tratan de reflotar un discurso ecológico-político, similar al contrato social de Rousseau. Es decir; igualdad en derechos para todos los seres vivos por igual, incluido los hombres.
La Ecología Profunda (ateísmo, nihilismo) en cambio, no acepta la idea de Dios; su fe está puesta en el materialismo evolutivo de Darwin. Dice que: "el hombre proviene de especies animales inferiores mediante mutación evolutiva espontánea". “es un recién llegado al planeta, y que sin más título que el de poseer razón, se ha apropiado del mundo y lo ha destruido mediante un uso indiscriminado de la técnica” Esta doctrina, -apoyada por grupos agnósticos y ortodoxos de izquierda-, ya han acuñado términos tales como “sello verde” y “sello rojo” para jaquear la economía. Los de "sobrepoblación" y "plaga humana" para liderar políticas públicas en torno a la esterilidad, el aborto y la despoblación geográfica. Agregan que como la sociedad corrompió al hombre y lo transformó en una “especie rapaz” que está destruyendo el medio ambiente, “toda su actividad económica, relaciones sociales, culturales y planificación familiar debe ser regulada por un estado medio-ambientalista”.
Por último tenemos el antropocentrismo (filosofía realista), que sostiene que si bien Dios es íntimo a la naturaleza, la trasciende absolutamente, pues su intención es humanizar y espiritualizar al máximo al ser humano y a su entorno social. Esto, en torno a la vivencia de la verdad a fin de que expanda su libertad interior y por ende su capacidad práctica de sobrevivir y progresar en la tierra. Pero siempre, en armonía participada con la naturaleza y el resto de los seres vivos. El año 2002, la apertura del ADN, confirmó la tesis antropocentrista, en cuanto la absoluta hermandad genética entre el hombre los animales y las plantas. También dice el antropocentrismo, que el mundo es un desafío por explorar, conocer y explotar, pero bajo el mandato de compartir, cuidar y conservar el medioambiente. Su tesis ecológica además de ser participada y unitaria es jerárquica, pues se basa en la superioridad reflexivo/espiritual y práctica del ser humano, facultades que el resto de los seres vivos no poseen, como tampoco conciencia y autoconciencia; personal, social, económica y política. El hombre es el único ser vivo capaz de gobernar sus instintos mediante la razón, de analogar, deducir, separar, reunificar y crear conceptos. Esa heterogeneidad creativa determina que el hombre no tiene "nicho ecológico" específico, haciendo de su casa, todos los ambientes de la tierra, incluso la vida submarina y la ingravidez del espacio, como también la especulación y la trascendencia metafísica.
¿Pero será cierto que el hombre moderno se corrompió? Si no se ha desintegrado moralmente, que ocurre entonces que no acata ni practica lo que sostiene el antropocentrismo?
Pasa que para que el hombre logre comprender y vivir, amplia y análogamente su vastísimo “hábitat ecológico”, debe primero desarrollar su naturaleza moral; de un modo integrado, activo, práctico y en primera persona. Pero eso requiere de un orden político cuyas instituciones más ligadas al desarrollo moral (familia, educación, trabajo, justicia y gobierno) haga posible el ejercicio de la libertad de todos y cada uno de los ciudadanos, ser protagonistas de su propia historia y existencia. Por eso hay que abolir el sistema político representativo e instaurar una democracia participativa. Esto porque nadie que no viva la ecología moral, social y política, puede entender que es la ecología natural.


 

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