Carta Respuesta a Carlos Peña y su visión de Juan Pablo II

Temas & noticioas Martes 12/04/2005
Sebastián Burr Cerda

La columna de Carlos Peña G respecto JP II publicada el domingo pasado es muy interesante. Pero más por lo que no dice, que por aquello que dice.
Se refiere al Papa, como un personaje porfiado, ambiguo e inconsistente. Dice entre otras cosas, que fue un severo crítico del capitalismo. Que abogó por formas de autogestión en el mundo del trabajo. Que no comprendió la cultura moderna. Nos hace ver que en su peregrinación a Francia, achacó una serie de males modernos al iluminismo, pero al mismo tiempo hizo ver que coincide con los postulados de igualdad, fraternidad y libertad de dicha revolución. Peña plantea una suerte de defensa del racionalismo cartesiano en contra de la filosofía del ser postulado por el realismo tomista y que defiende Woityla. Presenta como una contradicción adicional, a que el Papa se abra al diálogo intercultural, pero al mismo tiempo proclame el universalismo. Y cierra su comentario, haciéndonos ver con una inaudita falta de humildad, que no se puede creer en serio lo que proclamó Karol Woityla sin sentirse incomodo en éste mundo.
No cabe duda que Peña es de aquellos liberales, que acepta la diversidad en tanto se rija por los “principios” liberales. “Principios” liberales que nunca han podido ser definidos de una manera consistente. El liberalismo no tiene una concepción teórica y práctica de libertad, de hombre, de sociedad y de felicidad, que en plenitud coincidan y en que todos por igual nos veamos reflejados en ellos. Ciertamente los conceptos de igualdad, fraternidad y libertad no son monopolio del liberalismo. Y el Papa los asocia al desarrollo moral e integral de la persona, y que sobrepasa el modo positivista y material de los revolucionarios franceses y que la sociología de Peña defiende.
Es imposible que el articulista entienda la totalidad del mensaje del Papa, cuando a todas luces no maneja las categorías teológicas, metafísicas y universalistas, sino las estrictamente utilitarias y materiales del liberalismo, como queda demostrado en su artículo. Y es perfectamente comprensible, que mientras uno no salga de la parte, no tenga posibilidad alguna de comprender el todo, y de ahí regresar a la parte con una visión siempre renovada.
El Papa no hace una crítica al capitalismo de la forma que Peña lo quiere hacer ver, lo que hace es criticar el capitalismo salvaje, y que se refiere a los capitales que se mueven por el mundo sin ningún control ético de su uso. El Papa no aboga por la autogestión, sino más bien por la participación laboral. En tanto ésta sea objetiva y proporcional a los resultados productivos del trabajador y de la empresa. En otras palabras aboga, por que el trabajador viva una praxis análoga a la del empresario. Y por esa vía, comprenda las dinámicas humanas, económicas y sociopolíticas en primera persona y activamente. Cosa que la sociedad salarial le niega por completo, cerrándole toda posibilidad de protagonismo y de desarrollo moral, profesional y material. De lo que se sigue las diferencias socioeconómicas que el modernismo no ha podido resolver. Y es tan poco ambiguo, que para resolver el viejo conflicto entre capital y trabajo, el Papa entrega la máxima de que “capital es trabajo acumulado y trabajo es capital en potencia” con lo cual ambas cosas pueden ser analogadas de múltiples maneras. Entendiendo que el hombre es un ente moral y el capital es un ente material.
En cuanto el iluminismo, la cosa cartesiana y la revolución francesa, no es el Papa el que se contradice, sino Descartes y los míticos postulados de la revolución francesa (igualdad, fraternidad y libertad) que hasta el día de hoy no ha podido ser puestos escena en ninguna parte del planeta. Esto porque el modernismo los pretende validar material y no moralmente y en términos prácticos. Y ni hablar del “pienso luego existo” cartesiano, que sostiene que Dios habría puesto en él esa máxima, para después botar a Dios y regirse solo por el racionalismo. Sin duda, que detrás o antes de la máxima cartesiana, están operando todos los principios naturales del entendimiento humano y hasta los de la propia fe. A lo mejor Peña tiene razón en cuanto a que el Papa no haya comprendido el modernismo, pues después de haber vivido en carne propia el holocausto nazi y del marxismo, poco y nada puede ser extraído de él. Es confuso, relativista, hedonista, economicista, utilitarista y que claramente esta conduciendo a Occidente al nihilismo. Ahí está la pobreza nuestra y del mundo, intelectiva, práctica y material, reflejada en el 80% de analfabetos funcionales y chilenos que no entiende lo que leen. Ahí están las diferencias en la distribución del ingreso en todos los países occidentales, la drogadicción, la destrucción de la familia, el aborto y la eutanasia aplicada hasta personas indefensas .

 


 

 





 

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