¿Cambio del modelo o una amplia renovación politica?

Sebastián Burr Cerda

Chile está siendo testigo de llamados a un “cambio del modelo”. El título de ésta columna sin embargo, intenta hacer ver que dicha expresión o es equivocada o al menos queda corta, pues lo que se requiere es una amplia renovación sociopolítica y económica que mejore y amplíe el modelo, considerando las falencias humanas e institucionales evidenciadas en el último decenio y sobre cuya gravedad estamos casi todos de acuerdo. El listado abarca cuestiones humanas, de la familia, microeconómicas, laborales, educativas, de la justicia, de seguridad y salud pública y también referidas a nuestro acerrojado sistema político y a la baja participación juvenil.
En mi opinión, Chile sin darse cuenta, se ha instalado en una incipiente crisis institucional, moral y ética. Y lo peor es que los medios de comunicación social no la toman mucho en cuenta, porque de la bonanza macroeconómica deviene un clima de estabilidad política que desvía la atención sobre la problemática y desigual participación sociopolítica y económica de los chilenos. Por todo ello y considerando además la nueva era global, más que un simple cambio del modelo económico se requiere impulsar un extenso proyecto microeconómico, valórico y de ética social, que conduzca a las mayorías a mejores oportunidades y a mayores índices de felicidad. Todo ello sobre una plataforma sociopolítica que termine con la dispersión social actual, señalada por el individualismo, el colectivismo y el relativismo que emanan del liberalismo economicista y del socialismo, cuya raíz común es materialista y utilitaria. Choque y distorsiones que confunden e impiden la expansión moral de los ciudadanos, mediante un desarrollo activo de las facultades humano-superiores (inteligencia práctica y entendimiento.) a través de la instituciones que deben inducir el bien humano y social.
Chile necesita que se fortalezca la familia, -hoy bajo grave desintegración- por su aporte valórico, afectivo y comunitario a sus miembros. Que se modifiquen las políticas microeconómicas de manera de eliminar las gravísimas distorsiones que tienen destruida a las Pymes. Que se dote al sistema laboral de mecanismos remunerativos multidimensionales, que permitan una participación activa y protagónica de los trabajadores en el devenir económico y sociopolítico del país. De manera que mejoren su productividad y sus ingresos, y en concordancia con la realidad desarrollen su inteligencia práctica y un deseo de capacitarse considerando el paso de un rol pasivo a uno activo. Todo esto bajo “asociatividad” entre capital y trabajo sin destruir los principios del libre mercado ni tampoco precarizando las condiciones laborales.
Que el Estado se abra a la libertad educacional y permita diversas propuestas académico-formativas, fomentando el desarrollo del entendimiento antes que una entrega impersonal y descontextualizada de conocimientos que además cambian rápida y permanentemente dentro de la era global. Que se modifique el estatuto docente de manera que pueda ser exigible la calidad profesional de profesores y directores de la enseñanza pública. Que se reasignen los presupuestos educacionales hacia las carreras técnicas en desmedro de las tradicionales, cuya saturación es evidente y que benefician desproporcionadamente a las grandes corporaciones educativas. Que se fomente la actividad física escolar y universitaria mediante la puesta en marcha de programas deportivos y de gimnasios a nivel nacional.
Tanto en lo laboral como en lo educacional hay cosas de índole social sobre las cuales no se debe competir y otras de naturaleza profesional sobre las cuales todos deben competir.
Todo eso contribuiría, entre otros logros, a que el 30% de cesantía juvenil disminuya y la vida de los jóvenes deje de ser una tremenda y completa frustración. Ahí están las pavorosas estadísticas de depresión y suicidio juvenil, de alcoholismo, drogadicción, delincuencia y embarazo precoz, todas expresiones de reclamo no racionalizado de una vida sin valores, ni logros ni esperanza.
Que junto a todo lo anterior se elimine el IVA de todos los productos alimenticios naturales y sanos, sin procesos industriales involucrados, de manera de dotar a la población de una base fisiológica saludable, que bajen los índices de obesidad y las patologías asociadas. Y de paso se reactive el sector de microempresarios agrícolas que no tienen mercado interno ni a través de los TLC.
En materia judicial; reformar su normativa a fin de recuperar un poder judicial más aislado de la civilidad y autónomo del poder político en aras de una mayor independencia y profesionalismo.
En definitiva hacer una suerte de síntesis sociopolítica y económica en torno a las mejores cosas “del modelo” y que funcione bajo los mismos principios valóricos y operativos para todos por igual; readecuando las instituciones correspondientes hacia al desarrollo humano superior a fin de moralizar la sociedad y la ética pública en términos prácticos. Y así Chile deje de ser un país que solo beneficia a los grandes empresarios y que consolida una clase política manipuladora con demasiada presencia y con características de vitalicia.

 


 

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