El agnosticismo en la política Chilena

Sebastián Burr Cerda

Pocos saben que vivimos en una cultura permeada por el agnosticismo, y que esa mentalidad sea responsable en parte, de la actual confusión moral y ética de nuestra sociedad. Si bien esa cómoda, utilitaria y “prescindente” expresión, es un síndrome transversal, afecta preferentemente a gente de izquierda y que provienen del ateísmo, del marxismo o del escepticismo.

Agnosticismo proviene de agnosia, y agnosia quiere decir no saber nada o no estar seguro de nada de lo que se conoce. A partir de esa confusa ambigüedad, el agnosticismo no niega ni acepta la existencia de un orden moral superior. Lo que les permite improvisar una moral o ética propia a la hora de razonar y acometer acciones, y prescindir de a una moral objetiva e igual para todos. De esta gravísima distorsión emana el rechazo de la juventud a participar en la política, porque la ven como una instancia desfigurada de lo verdaderamente político. Y muchos opinan, que nuestro sistema está tan deformado, que sistémicamente, ya no es capaz de producir los verdaderos cambios que Chile necesita.

El agnosticismo moderno se inventó para no admitir soluciones filosóficas y metafísicas de aquellos problemas que no puede resolver la sociología estadística y la economía, es decir lo que la filosofía llama empírico. Y como lo empírico o material, es sólo aquello físicamente verificable, el agnosticismo cae inevitablemente en el materialismo, y como lo material es estrecho y finito, su capacidad de ordenar la sociedad y resolver conflictos humanos queda limitada a los recursos materiales, descartando por completo la expansión moral de la persona; es decir el desarrollo institucionalizado de su entendimiento e inteligencia práctica.

Ahora bien, en la lucha por el poder, los agnósticos mediante esa fórmula de “neutralidad” se permiten relativizar y/o descalificar las posturas políticas o morales de sus adversarios en tanto no concuerden con sus intereses partidistas o personales. Pueden sostener discusiones “morales” con derivaciones a lo sociopolítico, utilizando los diversos “sistemas” que emanan de la amoralidad vigente; el relativismo, la ideologización de la democracia, el utilitarismo, el hedonismo, el consecuencialismo, el economicismo e incluso la perspectiva moral verdadera, en tanto les sea útil y todas las otras perspectivas hayan dejado de ser viables. Como hay otros sectores sociales que se rigen por normas morales objetivas, el agnóstico lleva siempre las de “ganar”, pues aplica el método que más le acomoda ahondando la relativización de la sociedad. Así se pudo apreciar en el debate sobre el indulto a los terroristas -condenados en democracia-, y no aceptando simultáneamente la solución de los casos de DD. HH., cometidos bajo un gobierno de excepción. “Eso es presión y chantaje decían los defensores de los terroristas”, al mismo tiempo que incendiaban un local de comida rápida y los candidatos al indulto permanecían en una fenomenal huelga de hambre.

Como el entendimiento y la voluntad o inteligencia práctica son facultades intelectivo-espirituales, el agnosticismo, al formular propuestas públicas, deja fuera del juego esas dos facultades superiores del hombre, absolutamente claves en su desarrollo. Ahora, como esas facultades humanas, por su propia naturaleza, buscan siempre la verdad y alcanzar un bien o un fin, y en la perspectiva agnóstica esa verdad, bien o fin, no se fundan en ninguna moral objetiva, terminan rigiéndose por una moral arbitraria y autorreferente, que la termina por imponer el que tiene el poder político y no aquel que está en poder de la razón. Ahí está nuestra justicia y el caso MOP, en que se nos dice reiterativamente que las instituciones funcionan y vemos como con absoluto desparpajo autoridades del más alto nivel mienten, manipulan y presionan vía conductos subrepticios a la ministro a cargo de investigar la defraudación al Fisco. Peor aún, la institución encargada de defender el patrimonio estatal, (C. de Defensa del Estado) no defiende a la Ministro que investiga la defraudación del Estado, sino que da su total y anticipado respaldo a uno de los que a liderado las manipulaciones de la investigación. Todo esto explica, que el bien común haya sido reemplazado por el interés partidista, y que haya desaparecido la base de los derechos fundamentales de las personas en la sociedad y lo político convertido en politiquería sea sólo el medio de subsistencia económica de algunos.

Todo ser humano, a la hora de emitir juicios, acometer una acción, asumir compromisos o implementar políticas públicas utiliza los principios universales del entendimiento -de identidad, de causalidad, de no-contradicción, de cualidad, etc. Lo que demuestra que dichos principios son verdaderos, preexistentes a la razón y son base de la moral humana. No requieren comprobación, porque son evidentes en sí mismos y constituyen el fundamento de toda demostración. Pero muchos agnósticos sostienen que el entendimiento surge a partir de estímulos físicos en conjunción con impulsos eléctricos y reacciones químicas de nuestro organismo. Que no existe la pretendida espiritualidad y que nuestra capacidad intelectiva forma parte del proceso evolutivo darwiniano. No explican, sin embargo, cómo es que una vez abierto los 3.120 millones de pares bases del ADN, y que contienen el ciento por ciento de las características fisiológicas de cada ser humano, y aceptando al mismo tiempo, que el entendimiento y la voluntad operan y por lo tanto existen, no se haya encontrado ningún gen donde residan dichas facultades. Tampoco han comentado que dicha apertura ha confirmado lo mismo que por siglos ha sostenido el humanismo cristiano: que ningún ser humano es igual a otro. Pero las conclusiones a mi modo de ver son simples: a) siendo nuestras facultades superiores efectivamente inmateriales o espirituales, no pueden estar inscritas en ningún gen, pues si lo estuviesen serían materiales y no abstractivas, y su ilimitada creatividad, capacidad de entendimiento y de analogación no existirían; y b) que el ser humano sea único e irrepetible es justamente lo que nos otorga dignidad. Esa singularidad se explica además dentro del contexto de la libertad, puesto que si no fuera así y existiesen seres idénticos unos a otros, es decir clones, la libertad tendría un fundamento verdadero y abierto para los originales y otro predeterminado para los clones. Todo este patrimonio y de identidad humana, debiera servir de base para construir una sociedad seria, resolviendo previamente aquellas cosas profundas y que ancestralmente nos dividen.

El agnosticismo es sólo una frivolidad intelectual, una versión contemporánea de la sofística, pues proclamando la libertad como su aspiración máxima, no ha sido capaz de fundamentarla ni de defenderla como un valor real e igual para todos. Declararse moralmente “neutral” en la experiencia de la vida, es declararse neutral respecto de la verdad y de la libertad. Y “congelar” la libertad es cerrarse a la creatividad y a buscar soluciones más allá de lo establecido. Y anclarse en lo establecido es ser el más conservador de los conservadores. Al relativismo hay que combatirlo en su mismo terreno. El poeta español Ramón de Campo amor escribió: “Nada es verdad ni mentira; todo es según el color del cristal con que se mira.” Cualquiera puede usar el sentido común y responder: si nada es verdad ni mentira, tampoco lo es el color ni el cristal con que se mira.





 

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