Diagnóstico de una Educación

REFORMA Y LIBERTAD DE ENSEÑANZA
Diario El Mercurio, Dom. 23/06/2002
Sebastián Burr Cerda

Definir que es educar y el cómo hacerlo, emanan, al fin de cuentas, de una forma de interpretar la realidad y de cómo transformar esa interpretación en medios prácticos de enseñanza, de manera que las personas puedan éticamente resolver su vida y alcanzar parámetros mínimos de felicidad.

Como en Occidente, representado por las tendencias políticas, subyace una división cultural entre una visión básicamente positivista, sociológica y materialista del hombre, y otra visión reflexivo-espiritual bajo un sello personal y de integración social, es que naturalmente se devienen dos formas de interpretar la realidad y dos enfoques y contenidos educacionales.

Frente a esta evidencia, nuestra Constitución y la ley orgánica constitucional de enseñanza institucionalizaron la libertad de instrucción entregando a los padres la potestad de decidir sobre ella. Al mismo tiempo y sobre una base de contenidos mínimos y exigibles en la educación básica y media, se pensó en que se entregasen principios inherentes al bien común y objetivos generales de enseñanza.

El sentido común indica que los requisitos mínimos no deberían sobrepasar un 35% de los contenidos programáticos, y no como con la actual reforma, que ha copado el 100% de la disponibilidad horaria de los colegios. Y que bajo coherción económica, obliga a los establecimientos educacionales a entregar sólo la propuesta educacional del Estado.

El Ministerio de Educación no cumple con los mínimos que establece la ley e impide el ejercicio de la libertad de enseñanza. La acción del Estado en este campo debe regirse por el principio de subsidiariedad, según el cual el poder político no interviene en la vida interna de los grupos sociales, sino que los sostiene y ayuda. Eso es apoyar la diversidad y cumplir con el sentido democrático que tanto predica.

Un sistema antientendimiento

Analizando la reforma educacional puesta en marcha, se advierte, a través del lenguaje que utiliza, un manejo de los contenidos programáticos en favor de su filosofía "progresista", relativista y avalórica. Líneas de pensamiento que, de hecho, responden a determinados autores y a enfoques filosóficos nihilistas (F.Nietzche). Todo esto apoyado mediante información filtrada, omisiones calculadas en prácticamente todos los textos humanistas.

Ahora bien - y más allá del sinnúmero de errores técnicos y de sintaxis que se observan en casi todo el material entregado- , y desde una perspectiva epistemológica, el magma de contenidos hace de la Reforma una educación básicamente antientendimiento, simplemente "no juega a nada". No se rescata detrás de ella ningún orden coherente que permita al alumno ordenar la realidad abstracta y física. Y de paso cumple con el viejo anhelo de la izquierda de llegar a la enseñanza única. No se puede pecar de ingenuidad en suponer que todo esto no guarde una intencionalidad de modelamiento y control social.

Veamos:

1) Una de las primeras cosas que sorprende, es la inédita introducción de objetivos fundamentales y transversales, que fijan parámetros morales que transgreden otra vez y abiertamente la libertad de enseñanza y que pretenden identificar la vida moral con la del ciudadano "tolerante y progresista", reservándose la Concertación, la facultad de definir los requisitos éticamente aceptables de ese ciudadano "tolerante y progresista".

La verdadera intención es generar una "cultura mínima nacional", que en una primera etapa neutralice la actual estructura valórica del humanismo cristiano por una "pluralista y de autonomía", para después dar paso a la definición de esos términos por el mismo grupo ideológico que los impuso. Se establece primero la categoría, y luego es definida por quien la promulgó; así de simple. Veamos: "La presente propuesta de Objetivos Fundamentales y Contenidos Mínimos plantea una nueva organización curricular de la Educación Media, que busca dar una respuesta más adecuada que la del presente a la simultánea necesidad de una formación común, base de la integración cultural de la nación, y mayores y más flexiblemente organizadas posibilidades de diferenciación, que respondan a la diversidad de intereses y aptitudes de los alumnos, como a la complejidad de la sociedad".

Esa "formación común, base de la integración cultural de la nación", es inconstitucional, culturalmente monopólica, y excede la competencia del Ministerio de Educación; implica la noción ideológica de que "sin educación masiva no hay cultura nacional", cosa inaceptable. Entendámonos, lo que se quiere es reemplazar los principios espirituales tradicionales por aquellos del agnosticismo, y el agnosticismo es una filosofía como cualquier otra, pues se basa en el escepticismo y en el existencialismo. Por eso se hace una continua referencia a "una educación tradicional y anacrónica" que requiere ser sustituida por una propuesta "más libre y progresista".

2) La gigantesca cantidad de "mínimos" hace casi imposible que los establecimientos puedan entregar una educación alternativa de acuerdo a la ley, pues entregar los contenidos mínimos copa el horario escolar. Hugo Montes - premio Educación 1996- dice: "Los contenidos mínimos son tan extensos que tú no puedes incluir nada extra, porque para pasar lo mínimo empleas todo el año".

3) La óptica ideológica del ministerio se revela también en muchos textos que contienen materias humanistas. Y no se explica ni se define qué se entiende por "equilibrio emocional", "sentido positivo ante la vida", "sano desarrollo sexual personal", "ejercer grados crecientes de libertad", "conciencia éticamente formada", "tolerancia", "autonomía", etc.

4) El hecho de que la entrega de los contenidos mínimos sea fiscalizada por el SIMCE y el SIES, obliga a los colegios, profesores y alumnos a empaparse de la estructura ideologizada y unidimensionalmente "valórica" que implican esos "mínimos".

Es sabido que los padres, los alumnos y también los establecimientos se preparan para lo que se supone preguntarán las pruebas, y no están dispuestos a dar luchas culturales o espirituales a través de los exámenes en los colegios, por mucho que contraríen sus propias convicciones. Más aun, cuando la prueba SIES, que reemplaza a la PAA, medirá lo aprendido durante toda la enseñanza media y no sólo en cuarto medio. Es cierto que la educación privada de una u otra manera se defenderá de esta arremetida, ¿pero que pasará con el 90% restante de nuestra educación?, ¿qué busca políticamente la Concertación con esta maniobra?

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