Chile y la Unión Europea:
Y nos pillaron sin confesarnos.

Diario El Mercurio, Dom. 12/05/2002
Sebastián Burr Cerda

Muy celebrado ha sido el acuerdo con la Unión Europea. Ciertamente prestigia internacionalmente al país. Y el gobierno mediante una vigorosa ofensiva mediática está haciendo su agosto comunicacional, no obstante que ni siquiera existe un borrador del acuerdo y está lejos de ser ratificado por ninguno de los parlamentos.

Pero si Chile renueva su estructura laboral y genera los medios para que la empresa pueda trabajar bien, ésta podría ser una oportunidad de desarrollo para el país y su gente.

Las empresas chilenas con grandes inversiones, mucha tecnología y en términos relativos, bajos niveles de mano de obra (cobre, celulosa, salitre, fruta, etc), y una que otra empresa de servicios, posiblemente podrán mejorar sus niveles de ventas en ese mercado. Para los pequeños y medianos productores, este acuerdo puede ser un golpe mortal. Profusos en mano de obra, han tenido que absorber toda la lacra de las luchas políticas de los últimos 12 años, traducido en una exigua productividad, bajos niveles de capacitación y elevados costos. Así, no están preparados para competir con el mercado europeo. Lo anterior se debe a que las políticas laborales, impositivas y tributarias aplicadas por los tres últimos gobiernos han sido regresivas, y eso les ha impedido desarrollarse a los niveles de los europroductores. Si en los años que restan, antes de la entrada en vigencia del acuerdo, no nos nivelamos con Europa en productividad, tecnología, comercio electrónico, infraestructura, burocracia, tasas financieras etc., ese tipo de empresa desaparecerá. No hay que perder de vista que los europeos son entre tres y cinco veces más productivos que nosotros, y su economía es 110 veces más grande que la nuestra. Apoyados en su robusto sistema financiero y sólido mercado interno, también intentarán, a como dé lugar, comercializar sus productos en nuestro país, y de paso hacer cabeza de playa para penetrar el resto de Latinoamérica. Por favor no seamos ingenuos.

Cifras reveladoras

Mientras Blair y Schroeder no dejan de repetir que hay que impulsar "políticas fiscales con un objetivo de crecimiento fuerte", que hay que "reducir el impuesto a las empresas, porque con ellos se reducen las tasas de desempleo", que "las empresas deben contar con espacio y no deben ser ahogadas, pues el exceso de regulaciones asfixia su expansión", que "deben contar con más flexibilidad en los mercados laborales", en Chile, y por intereses políticos, se hace lo contrario.

Informes recientes de la OECD señalan que el 80% de la población activa en nuestro país es analfabeta funcional, y que sólo un 2% alcanza un nivel de acuerdo a los estándares internacionales. En educación sólo el 0,8% de nuestros alumnos alcanza ese estándar. Al extremo de que el I. Management Development, al contrastar nuestra educación con criterios de competitividad, la califica como una de las 10 peores del informe mundial.

Ese mismo documento señala, en productividad laboral general, que mientras un trabajador chileno produce US$ 6 /hora, uno europeo produce US$ 34/hora. En el área servicios, en tanto, el chileno produce US$ 11, el europeo produce US$ 56. En la industria, en el mismo tiempo que un trabajador europeo produce US$ 68.880 anuales, el nuestro produce US$ 41.100. En la agricultura: un trabajador inglés produce US$ 64.100 anuales, el campesino chileno produce apenas US$ 16.300. Mientras los europroductores se financian a tasas promedio de un 5%, la empresa nacional lo hace a tasas que bordean el 9%. Y lo más incomprensible dentro de este desolador panorama productivo es que el trabajador chileno, a nivel mundial, es el que más horas permanece en su lugar de trabajo. Y en tanto nuestro mercado laboral tiene incorporado al 35 % de la población, en Europa trabaja el 47 % del total. Mientras Chile pierde 33 días laborales al año por cada mil trabajadores; Alemania, pierde solo tres y Francia ocho. En Europa por cada mil habitantes existen 560 computadores, en Chile existen 81. Allá operan internet 520 por cada 1.000 habitantes, en Chile lo hacen sólo 73.

En infraestructura: mientras acá seguimos discutiendo si se construye o no el puente a la isla de Chiloé, ellos tienen un túnel que cruza el canal de la Mancha en media hora. Mientras Europa cuenta con una red ferroviaria que une todos sus puntos, y, con trenes que se desplazan a 280 o más km/hr, nosotros prácticamente no tenemos ferrocarril. Su gigantesca red de autopistas les permite desplazamientos de vehículos entre 140 y 200 km/hr, nosotros seguimos pegados en los 100 km/hr.

Lo que se debe hacer

Lo peor del drama infraproductivo nacional, y algo que nuestras autoridades aun no entienden, es que ese déficit en las empresas proviene de un bajo desarrollo de la inteligencia práctica de sus trabajadores, y el desarrollo de esa capacidad depende del tipo de praxis laboral que se desarrolle al interior de las organizaciones, y si esas organizaciones cuentan con leyes que permitan la motivación y la colaboración y no como la actual de antagonismo y de suma cero. Trabajar bien no es sólo cuestión de ingresos. Trabajar bien emana de la interioridad más profunda de la persona, y se da cuando las empresas se sinceran, se abren a la libertad flexibilizándose, y cuando logran instaurar el sentido de colaboración y de autocompetitividad simultáneamente. ¿Alguien entiende que el gobierno cada vez que ve faltas a la eficiencia en el ámbito gubernamental, de golpe, sustituye: intendentes, seremis, directores de empresas, subsecretarios, embajadores etc., y el empresario no pueda hacer algo similar?

Hay que humanizar el trabajo humano, generando medios para la acción protagónica de los trabajadores. Chile debe abolir la actual sociedad salarial, e ir de una economía distributiva a una economía productiva y coparticipativa, sobre todo comunicacionalmente, y referido a todo el conjunto de dinámicas que se van dando en las empresas día a día. De otro modo, los europeos, literalmente se van a tragar este país. Hay que variabilizar las remuneraciones en función de los rendimientos individuales o grupales, de los resultados globales de las organizaciones, y también con relación a los de la macroeconomía, indexando la suma de los resultados variables de cada trabajador, con índices como el del empleo o PGB.

En concordancia con el principio de que capital es trabajo acumulado y trabajo es capital en potencia, hay que hacer de nuestros trabajadores partícipes activos y proporcionales de la propiedad productiva, mediante "stock options", en la medida en que el capital de las organizaciones crezca objetivamente y más allá de las tasas convencionales de renta simple. Diseñar sistemas que manejen unas 30 a 40 variables es hoy un asunto simple en la ingeniería informática, de manera que delinear mecanismos participativos entre empresa, trabajadores y factores externos requiere sólo voluntad empresarial y sobre todo política.

Para transitar del actual sistema laboral pasivo a uno activo se necesita un proceso de transición gradual. Para ello hay que adelantar jubilaciones, cancelar indemnizaciones e instalarnos en la nueva economía. Acto seguido, implementar seguros de ingreso mínimo y planes de capacitación permanente y autosustentable. El esfuerzo financiero de esta reconversión laboral debe ser asumido proporcionalmente,por el gobierno, los empresarios y los trabajadores. Debemos hacer de la nueva economía un mundo de oportunidades, transformando la sociedad salarial en una sociedad abierta a la inteligencia práctica y al protagonismo de todos. Si no, ojalá nos pillen confesados.

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