Aumento
del Desempleo
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Redacción
diario El Mercurio /
Semana económica Lunes 3 de Septiembre 2001 |
Chile ha llegado a tener una tasa de desempleo bastante elevada,
después de las muy reducidas de comienzos del decenio de 1990, cuando
el país gozó de un rápido desarrollo con flexibilidad laboral y una legislación
en este campo y el previsional proclive al pleno empleo. La buena situación
de ocupación de la época sorprendió a todos, incluidos los más optimistas.
Los críticos, que vaticinaron a comienzos del decenio de 1980 que el país
sólo volvería a recuperar las cifras del pasado en 10 o 20 años, se equivocaron,
y aunque su error, por un tratamiento mecánico del tema, ha quedado olvidado,
debiera servir para comprender que lo fundamental en la creación de puestos
de trabajo y erradicación de la pobreza es contar con una normativa laboral
flexible, que fue la que permitió, además del crecimiento, el rápido pleno
empleo.
El desarrollo económico de los decenios de 1980 y 1990 aumentó el empleo
y los salarios reales, sin intervención estatal, pero este proceso se
frenó al deteriorarse el funcionamiento del mercado del trabajo en la
determinación de los salarios y jornadas laborales.
El estancamiento económico de los últimos años ha incidido, sin duda,
en el desempleo. Sin embargo, la intensidad del fenómeno dice relación
con las medidas laborales aplicadas por los dos primeros gobiernos de
la Concertación. El adverso cuadro externo ha perjudicado a todos los
países en su crecimiento y en el empleo, pero el efecto negativo ha sido
mayor en Chile: la tasa de desocupación de Santiago ha subido en ocho
puntos en una década, usando las cifras de la Universidad de Chile, que
recogen mejor este fenómeno. Como se verá enseguida, no se trata sólo
del resultado de políticas recientes, sino de cambios que han ido madurando
paulatinamente, todos dirigidos a enrarecer el funcionamiento del mercado
laboral.
La Culpa de la Concertación
En un artículo titulado "¡Aylwin, Otra Vez!" publicado en "El Mercurio"
de 19 de agosto de 2001, el ingeniero Sebastián Burr Cerda culpa a la
política laboral de la Concertación del actual desempleo. ¿Qué ocurriría
- se pregunta- si se aprobara una reforma que aumente en 130 por ciento
la indemnización por años de servicio y en 15 por ciento el IVA, que determine
un impuesto a la inversión que congele el desarrollo industrial en las
comunas de Santiago y que sostenga como política que Chile tiene una deuda
social que saldar? Su respuesta es que el crecimiento caería, la cesantía
se dispararía en unos ocho puntos y la pobreza aumentaría, con sus consecuencias
de delincuencia, drogadicción, etcétera. "Lo anterior, dicho a modo de
ficción, es exactamente lo que hizo don Patricio Aylwin durante su gobierno",
y que es forzoso recordar cuando ahora llama a un acuerdo nacional por
el empleo.
Según Burr, "a inicios de los 90 hubo alto crecimiento porque había una
natural y espontánea unidad nacional en pos del empleo y la inversión.
Fueron sus medidas económico-laborales las que minaron la unidad y fuerza
que la economía traía consigo, y sus efectos retardados afloraron en el
gobierno de su sucesor, don Eduardo Frei Ruiz-Tagle, frente a una irrelevante
gripe asiática". "El empleo, al parecer, lo estimó como una cosa política
y social más que económica y de expansión intelectivo-individual y de
favorables consecuencias en el ámbito social". "Una visión reduccionista
de este tema lo indujo a cometer muchos errores; entre otros, no prever
ni menos anticiparse al advenimiento de la globalización y a la configuración
de un mundo del trabajo suficientemente preparado para una economía en
constante cambio".
El análisis sobre el gobierno de Aylwin concluye sosteniendo que no aprovechó
las fortalezas de la economía nacional y que en lugar de proyectarlas
y acondicionarlas "para el inevitable ingreso del país al nuevo escenario
globalizado y de constante entendimiento, simplemente se farreó nuestras
fortalezas con sus medidas regresivas y a la postre demagógicas, y que
de paso nos impiden aún salir de la recesión". "El ex Presidente Frei,
a su vez, no tan sólo no supo revertir la situación, sino que la ahondó
cuando aumentó el salario mínimo cerca de 40 por ciento. Ahí está el 35
por ciento de cesantía juvenil".
Abolir la Sociedad Salarial
La conclusión del análisis anterior es que "la actual sociedad salarial
cumplió su ciclo y no tiene nada más que ofrecer al trabajador en el nuevo
contexto global". Los resultados de la última década, con dos millones
y medio de afectados por la cesantía y una indigencia que no cambia, se
mantendrán a pesar de la reactivación económica que se insinúa. Esto obedece
a que la Concertación ignora en qué consiste el trabajador requerido por
la nueva economía. De aquí que se observe cierta impotencia y muchos comiencen
a plantear que el desempleo actual tendría carácter estructural, es decir,
que no variará mayormente con el crecimiento.
"Es tiempo de que nuestra institución trabajo cambie su paradigma técnico
positivista, y de la acción en tercera persona vaya a una valórica y de
desarrollo moral en primera persona, de manera que la gente obtenga en
el trabajo mayores niveles de desarrollo humano, profesional, económico
y sociopolítico".
Según este enfoque, habría que abolir la sociedad salarial, adecuando
el sistema político para que la institución trabajo se fundamente más
en la libertad y felicidad superior del hombre antes que en una comprensión
de orden material, que ampara "una supuesta protección al trabajador,
cuando está demostrado que es todo lo contrario". Los sistemas de remuneraciones
debieran liberarse, eliminando el esquema de antagonismo salarial, reemplazándolo
por otro abierto, de ingresos personalizados, que ofrezca oportunidades
económicas variables, cualquiera sea el nivel del trabajador. Se deben
considerar otras formas de integración laboral, incluyendo participaciones
en las empresas individuales o en grupos de ellas.
La competitividad de las pequeñas y medianas empresas, claves para el
empleo, se verá afectada fatalmente si no se liberalizan las exigencias,
como muchas suscritas con la OIT, que otros países como China no consideran.
La globalización exige también flexibilidad salarial, sobre todo para
períodos recesivos como el actual. Se debe permitir la reducción de remuneraciones
cuando el país es más pobre por bajas en los términos de intercambio.
La indización salarial se debe abandonar, evitando absurdos como el que
cuando sube el precio del petróleo, que Chile importa, y el ingreso por
persona se reduce, los salarios suban porque aumentó el IPC por el alza
de los combustibles. En un cuadro así, los ajustes de las empresas se
traducirán siempre en desempleo exagerado.
Los salarios no deben diferir de las productividades y si se insiste por
ley en que los primeros puedan superar a las segundas, la cesantía no
decaerá. "Chile debe abrirse a la libertad laboral responsable y equilibrada
y, si no lo hace, está condenado a volver al tercer mundo por sus escasas
fortalezas tecnológicas, financieras y de infraestructura".
©
2001 Sebastían Burr Cerda Se autoriza su reproducción
citando la fuente y el autor.
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